“El sábado 25 de enero partimos de la isla de Mallúa, y habiendo avanzado cinco leguas al sur sudoeste, llegamos a otra bastante grande, llamada Timor, donde fui a tierra enteramente solo para obtener del jefe de la aldea, llamada Amaban, que nos suministrase algunos víveres. Me ofreció búfalos, cerdos y cabras, pero cuando se trató de determinar las mercaderías que quería a cambio, no pudimos entendemos, porque pretendía mucho y nosotros teníamos poco que darle.
El jefe de Amaban, con quien había estado antes, sólo tenía a su servicio mujeres, que andaban desnudas como las de las otras islas. Llevan en las orejas pequeños anillos de oro, a los cuales atan algunos copos de seda, y en los brazos varios brazaletes de oro y de latón, que a menudo les cubren hasta el codo. Los hombres andan también desnudos, pero llevan el cuello adornado con placas redondas de oro, y sujetan sus cabellos por medio de peines de cañas, adornados de anillos de oro. Algunos, en lugar de anillos de oro, llevan en las orejas el gollete de una calabaza seca.
Estos pueblos son gentiles. Nos dijeron que cuando van a cortar el sándalo, el demonio se les aparece bajo diferentes formas, preguntándoles con mucha política si necesitan alguna cosa, mas, a pesar de tal deferencia, su aparición les produce tanto miedo que quedan enfermos durante algunos días.” Pigafetta
“El viernes 8 de noviembre, tres horas antes de la puesta del sol, entramos en el puerto de una isla llamada Tadore, yendo a fondear cerca de tierra, en veinte brazas de agua, haciendo una descarga de toda nuestra artillería.
El martes 12 de noviembre el rey hizo construir en un día un galpón para nuestras mercaderías, al cual llevamos todas las que habíamos destinado a hacer cambios, despachando a tres de los nuestros para que las cuidasen. Aquí fijamos el valor de las mercaderías que contábamos dar a cambio de clavo.
Además del clavo, hacíamos todos los días una buena provisión de víveres, pues los indígenas llegaban a cada momento con sus barcas trayéndonos cabras, gallinas, cocos, plátanos y otros comestibles que nos daban por cosas de poco valor.
El rey nos pidió otro favor: que matásemos todos los cerdos que teníamos a bordo, por los cuales nos ofreció una amplia compensación en cabras y gallinas. Esta isla produce también la nuez moscada, que, tanto por su fruto como por sus hojas, se asemeja a nuestras nueces. También el jengibre, que comen verde a guisa de pan.
A diez leguas al este de Buru hay una isla más grande que confina con Geailolo y que se
llama Ambón: está habitada por moros y gentiles, residiendo los primeros cerca del mar y los
segundos en el interior del país: son antropófagos. Las producciones de esta isla son las mismas que
las de Buru.” Pigafetta
“Dirigiéndonos al sudoeste, después de haber recorrido diez leguas, reconocimos otra isla, Burné, que, costeándola, nos pareció que subía [de latitud], habiendo debido andar cincuenta leguas, a lo menos, antes de encontrar un fondeadero, y apenas hubimos arrojado el ancla, cuando se levantó una tempestad, se oscureció el cielo y vimos sobre nuestros mástiles el fuego de San Telmo.
Se dice que el rey de Burné posee dos perlas tan grandes como huevos de gallina y tan perfectamente redondas, que, colocándolas sobre una mesa bien lisa, no se están jamás quietas.
En la mañana del 29 de julio, que era lunes, vimos venir hacia nuestras naves más de cien piraguas, divididas en tres escuadras, con otros tantos tungulis, o sea sus pequeñas barcas. Como temíamos ser atacados a traición, nos hicimos inmediatamente a la vela, y eso con tanta precipitación que nos vimos obligados a abandonar un ancla. Nuestras sospechas aumentaron cuando nos fijamos en varias embarcaciones grandes llamadas juncos, que el día precedente habían venido a fondear por la popa de nuestras naves, lo que nos hizo temer ser asaltados por todos lados. Nuestro primer cuidado fue librarnos de los juncos, contra los cuales hicimos fuego, de suerte que en ellos matamos mucha gente. Cuatro de ellos quedaron en nuestro poder y los otros cuatro restantes se salvaron yendo a dar en tierra. En uno de los juncos que tomamos se hallaba el hijo del rey de la isla de Lozón, que era el capitán general del rey de Burné (…) El rey moro, habiendo sido informado del daño que acabábamos de hacer a sus juncos, se apresuró a manifestarnos, por medio de uno de los nuestros de los que se habían establecido en tierra para comerciar, que dichas embarcaciones no venían contra nosotros, pues no hacían sino pasar para llevar la guerra a los gentiles; y para probárnoslo nos mostraron algunas cabezas de estos últimos muertos en la batalla. Con esto hicimos decir al rey que si lo que nos manifestaba era verdadero, no tenía más que enviamos a los dos hombres que permanecían en tierra con las mercancías y al hijo de Juan Carvallo, en lo que no quiso consentir. Así fue castigado Carvallo con la pérdida de su hijo, que había nacido en Brasil, que habría sin duda recobrado en cambio del capitán general que puso en libertad por oro.” Pigafetta
“El día 16 de marzo, al levantarse el sol, nos hallamos cerca de una tierra alta, a trescientas leguas de las islas de los Ladrones. Pronto notamos que era una isla, que se llama Zamal, detrás de la cual existe otra que no está habitada y que después supimos que se decía Humunu. Los isleños, encantados de la acogida del capitán, le regalaron pescado, un vaso lleno de vino de palma, que llaman uroca, plátanos de más de un palmo de largo y otros más pequeños, aunque de mejor gusto, y dos frutos del cocotero.
Habiendo percibido a nuestro derredor cierto número de islas, el quinto domingo de cuaresma, que se llama de Lázaro, les dimos el nombre de archipiélago de San Lázaro [luego se llamó Filipinas].
El comandante había ya preguntado cuál era el puerto más a propósito que había en los alrededores para abastecer las naves y expender las mercaderías: a lo que se le contestó que había tres, Ceilán, Zubu y Calagán. El domingo 7 de abril entramos en el puerto de Zubu. Pasamos cerca de varias aldeas, en que vimos casas construidas sobre los árboles. No faltan víveres en esta isla: además de los animales que he nombrado ya, existen perros y gatos que se comen. Crece también arroz, mijo, panizo y maíz, naranjas, limones, caña de azúcar, cocos, cidras, ajos, jengibre, miel y otros productos. Hacen vino de palma y hay también oro en abundancia.
Cerca de la isla de Zubu hay otra llamada Matan, que posee un puerto del mismo nombre, donde anclaban nuestras naves. Viernes 26 de abril. Zula, uno de los jefes de la isla de Matan, remitió al comandante, con uno de sus hijos, dos cabras, con encargo de decirle que si no le enviaba todo lo que le había prometido, no era culpa suya sino del otro jefe llamado Cilapulapu, que no quería reconocer la autoridad del rey de España Con este mensaje, el comandante se resolvió a ir allí en persona con tres chalupas, y aunque le rogamos que no fuese, nos respondió que, como buen pastor, no debía abandonar su rebaño. Los isleños no se amedrentaron con nuestras amenazas, respondiendo que tenían también lanzas, aunque sólo de cañas puntiagudas y estacas endurecidas al fuego. Saltamos entonces en tierra con el agua hasta los muslos, no habiendo podido aproximarse las chalupas a la costa a causa de las rocas y de los bajíos. Éramos en todo cuarenta y nueve hombres, habiendo dejado once a cargo de las chalupas, y siéndonos preciso marchar algún tiempo en el agua antes de poder ganar tierra. Encontramos a los isleños en número de mil quinientos, formados en tres batallones, que en el acto se lanzaron sobre nosotros con un ruido horrible.
Una flecha envenenada vino a atravesar una pierna al comandante, quien inmediatamente ordenó que nos retirásemos lentamente y en buen orden; pero la mayor parte de los nuestros tomó precipitadamente la fuga, de modo que quedamos apenas siete u ocho con nuestro jefe. Un isleño logró al fin dar con el extremo de su lanza en la frente del capitán, quien, furioso, le atravesó con la suya, dejándosela en el cuerpo. Los indígenas, que lo notaron, se dirigieron todos hacia él, habiéndole uno de ellos acertado un tan gran sablazo en la pierna izquierda que cayó de bruces; en el mismo instante los isleños se abalanzaron sobre él. Así fue cómo pereció nuestro guía, nuestra lumbrera y nuestro sostén. ” Pigafetta
“El 6 de marzo, que era miércoles, descubrimos hacia el noroeste una pequeña isla, y en seguida dos más al sudoeste. Quiso el comandante en jefe detenerse en la más grande para tomar refrescos y provisiones, pero esto no nos fue posible porque los isleños venían a bordo y se robaban ya una cosa ya otra, sin que nos fuese posible evitarlo. Pretendían obligarnos a bajar las velas y a que nos fuésemos a tierra, habiendo tenido aun la habilidad de llevarse el esquife que estaba amarrado a popa, por lo cual el capitán, irritado, bajó a tierra con cuarenta hombres armados, quemó cuarenta o cincuenta casas y muchas de sus embarcaciones y les mató siete hombres.
Estos pueblos no conocían ley alguna, siguiendo sólo su propia voluntad; no hay entre ellos ni rey ni jefe; no adoran nada; andan desnudos; algunos llevan una barba larga y cabellos negros atados sobre la frente y que les descienden hasta la cintura. Usan también pequeños sombreros de palma. Son grandes y bien hechos; su tez es de un color oliváceo, habiéndosenos dicho que nacían blancos, pero que con la edad cambiaban de color. Poseen el arte de pintarse los dientes de rojo y negro, lo que pasa entre ellos por una belleza. Las mujeres son hermosas, de buen talle y más blancas que los hombres; tienen los cabellos muy negros, lisos, que les llegan hasta el suelo. Los habitantes de estas islas son pobres, pero muy diestros y sobre todo hábiles ladrones, con cuyo nombre designamos a las islas.” Pigafetta
La preciosa isla de Guam, considerada como Islas Marianas del Sur.
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“Continuando nuestra derrota hacia el sur, hallándonos hacia los 52° de latitud meridional, encontramos un estrecho que llamamos de las Once Mil Vírgenes, porque ese día les estaba consagrado. Este estrecho, como pudimos verlo en seguida, tiene de largo 440 millas o 110 leguas marítimas de cuatro millas cada una; tiene media legua de ancho, a veces más y a veces menos, y va a desembocar a otro mar que llamamos Mar Pacífico. Este estrecho está limitado por montañas muy elevadas y cubiertas de nieve, y es también muy profundo, de suerte que no pudimos echar en él el ancla sino muy cerca de tierra y en veinticinco a treinta brazas de agua.” Pigafetta
Pigafetta
Ahí siguen las montañas nevadas que flanquean el estrecho más buscado jamás.
Pigafetta
“Alejándonos de estas islas para continuar nuestra ruta, alcanzamos a los 49° 30′ de latitud sur, donde encontramos un buen puerto y como ya se nos aproximaba el invierno, juzgamos conveniente pasar ahí el mal tiempo.
Transcurrieron dos meses antes de que avistásemos a ninguno de los habitantes del país. Un día en que menos lo esperábamos se nos presentó un hombre de estatura gigantesca. Era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura. Nuestro capitán dio a este pueblo el nombre de patagones. En este puerto, el cual pusimos el nombre de San Julián, gastamos cinco meses.” Pigafetta
En este lugar pasaron los meses de Marzo a Octubre de 1520, y no conocemos aún el porqué. ¿Se repite la historia?
Homenaje actual a las calaveras de Magallanes.
“Continuamos en seguida nuestra derrota pegados a la costa hasta los 34° 40′ de latitud meridional, donde encontramos un gran río de agua dulce. Aquí es donde habitan los caníbales. Este río forma siete islas pequeñas, en la mayor de las cuales, llamada cabo de Santa María, se encuentran piedras preciosas. Anteriormente se había creído que esa agua no era la de un río sino un canal por el cual se pasaba al Mar del Sur, pero se vio bien pronto que no era sino un río que tiene diecisiete leguas de ancho en su desembocadura.” Pigafetta
Desde el norte, primero encontramos Montevideo.
“Entramos a este puerto [actual Rio de Janeiro] el día de Santa Lucía, a 13 días del mes de diciembre. Teníamos entonces, a mediodía, el sol en el zenit, y experimentábamos mucho más calor que cuando pasamos la línea.
La tierra del Brasil, que abunda de toda clase de provisiones, es tan extensa como la Francia, la España y la Italia juntas: pertenece al rey de Portugal.
Los brasileros no son cristianos, pero tampoco son idólatras, porque no adoran nada: el instinto natural es su única ley. Viven tan largo tiempo, que es frecuente encontrar individuos que alcanzan hasta los ciento veinticinco y aun algunas veces hasta los ciento cuarenta años. Tanto las mujeres como los hombres andan desnudos. Sus habitaciones, que llaman boy, son cabañas alargadas, y duermen sobre redes de algodón, llamadas hamaks, sujetas por los dos extremos a postes gruesos.” Pigafetta
Puerto pesquero.
“Cuando hubimos pasado la línea equinoccial, acercándonos al polo antártico, perdimos de vista la estrella polar. Dejamos el cabo entre el sur y el sudoeste, e hicimos rumbo a la tierra que se llama de Verzino [es nombre italiano para Brasil] por los 23° 30′ de latitud meridional.
Esta tierra es una continuación de la en que se encuentra el cabo de San Agustín, por los 8° 30′ de la misma latitud.” Pigafetta
“After that we had passed the equinoctial line, towards the south, we lost the star of the tramontana, and we navigated between the south and Garbin, which is the collateral wind [or point] between south and west; and we crossed as far as a country named Verzin, which is in twenty-four degrees and a half of the antarctic sky. This country is from the cape St. Augustine, which is in eight degrees in the antarctic sky.” Pigafetta
“After that we had passed the equinoctial line, towards the south, we lost the star of the tramontana, and we navigated between the south and Garbin, which is the collateral wind [or point] between south and west; and we crossed as far as a country named Verzin, which is in twenty-four degrees and a half of the antarctic sky. This country is from the cape St. Augustine, which is in eight degrees in the antarctic sky.” Pigafetta